lunes, 15 de julio de 2013

Es un hermoso arcoíris para un pésimo día

Hoy me levanté y tuve claro que mi día no sería bueno. Empezando por el clima: había tiempo de lluvia. Luego el café ¿se acabó el café?, pues si, se acabó el café, otra vez. También se habían acabado las galletas. El calentador de la ducha se había dañado. Tuve que “exprimir” el tubo de la pasta de dientes. El uniforme, que pase media hora la noche anterior planchando, estaba arrugado. El perro, se había orinado en la sala. El gato, me dejó un hermoso regalo en la entrada. Si, se ve que iba a ser un bonito día.

Salgo y no tenía ni ganas de mirar a las personas. Tampoco quería que ellos me miraran. Es de esos días en que vas por la vida lleno de pensamientos absurdos, pero aun así tu mente te dice que hay mejores cosas en que pensar. Sin embargo, me detuve en el semáforo y estaba en rojo (o en verde para los peatones), podía pasar, pero no sé porqué no lo hice. Me quede allí, paralizado, viendo a través del parabrisas de un carro como una muchacha se maquillaba apurada; la línea del ojo le estaba quedando torcida. En el carro de atrás una madre visiblemente angustiada hablaba por teléfono mientras su hijo intentaba decirle algo y ésta obviamente no le prestaba atención. Pude ver la cara de desesperación del niño de tal vez unos cuatro años y como fruncía su pequeño ceño. En fin, el semáforo se puso en verde y extrañamente ahí fue cuando decidí cruzar. Corrí al frente de los carros antes de que pudieran avanzar y oía detrás de mí los insultos que, por supuesto, me merecía. No sé qué me pasaba.

Iba sin rumbo, casi estilo zombie y solo pensaba en que tenía que comprar el café y las galletas que me faltaban. Llegue a la parada y mire el reloj: 7:30 bien, aun me quedaba una media hora para entrar al trabajo. Mientras tanto veía como pasaba la gente: señoras mayores muy arregladas intentando parecer jóvenes, jóvenes muy arregladas intentando parecer mayores. “ironías de la vida” -pensé. Vi un muchacho paseando a su perro. Es raro, casi nunca veo personas paseando a sus perros. Debería empezar a pasear a Pepito más seguido, bueno, nunca lo hago. Luego me acorde del gato y de que no tenía comida, eso me trajo otro pensamiento a la mente: ¿Hay gente que pasee a sus gatos?. El autobús me saco de mi burbuja devolviéndome a la realidad a la que parecía estarle huyendo. Me subí, pague la tarifa y me senté al lado de una jovencita. Mi primera impresión sobre ella fue que era bastante rara pero a pesar de ello muy simpática: tenía el cabello negro y corto, pero de esos cabellos con un estilo bastante singular y bonito, todo despeinado y con un lindo flequillo. Llevaba delineador negro pero no exagerado, la boca ligeramente rosada y en la oreja tenía como siete pendientes. No sé cómo me pude fijar tan rápido en todo eso antes de sentarme, porque al hacerlo, no quise mirarla más para no llegar a incomodarla. Traía auriculares (de esos tipo cascos) los cuales llevaba una música bastante alta, tanto que era perfectamente audible para mí. Creo que eran los Beatles. No espera, creo que eran los Rolling Stone. You can’t always get what you want. Si, eran los Stone. A pesar de todo, disfrute mucho la música; además de simpática tenía un buen gusto a mi parecer. De vez en cuando cruzábamos miradas ya que yo miraba fijamente a la ventana. Y había empezado a llover, para mi desgracia. En la parada de la 72 se bajó, antes de hacerlo me sonrió ligeramente y me pidió permiso para bajarse, lo cual hice devolviéndole el gesto. Recordándolo bien, era bastante linda.

Me baje en mi parada y camine las cuatro cuadras que me faltaban para llegar al trabajo. Es una avenida comercial por lo que me pareció raro que no pasara tanta gente como solían hacerlo. Maldita lluvia-pensé, estaba intensificándose. Cuando llegué a mi lugar de trabajo, ese al cual vengo de lunes a viernes, sorprendentemente estaba cerrado, y me pregunte porqué. Y vi a mi alrededor y me pregunte porqué. Y volví a mirar alrededor y volví a preguntarme porqué. ¿Por qué estaba cerrado?. Extrañamente hice caso omiso, así que nada, me devolví por el camino que había transitado anteriormente. Estaba con la cabeza baja mirando mis pies, mis zapatos previamente limpiados por la mañana llenos de agua de charcos. Y me seguía preguntando porqué, aunque realmente la respuesta no me importara, yo solo seguía caminando. Y estaba feliz, pero también estaba triste. Caminaba sin rumbo, pero a la vez con mis pensamientos. Y sabía que estaba siendo un pésimo día, pero solo me preguntaba porqué. 

Ahí me encontraba yo, en la parada y pensando en que de haber sabido que no había trabajo me hubiese quedado en mi casa calentito con un rico café o un chocolate caliente. "Cierto, no hay café" -pensé. Entre a la tienda de al lado, compre café y comida para mi gato. Ahora Misu está feliz a mi lado porque acaba de comer. Y Pepito está feliz porque al llegar lo saque a pasear. De regreso, esta vez con el asiento de al lado vació, y pegado a la ventana viendo como salía el sol. Caminando por la acera, ya bastante cerca de mi casa, pude observar un lindo arcoíris. Guau, tenía tiempo que no veía uno. Y me quede ahí, mirándolo, como si de un niño se tratara, luego mi vista se fue más allá y pude observar una cabeza un poco familiar con cabellos negros desenfadados. Al acercarme más la vi, la hermosa jovencita del autobús. Me miró y me dijo unas palabras que hicieron mi día cambiar: “Es un hermoso arcoíris para un pésimo día, eh” y se volteó, me dejo ahí atónito con la amplia sonrisa que me había otorgado segundos antes y entro a la casa de enfrente. Pero yo me fije, y allí diagonal estaba la mía. Demonios, esta chica es  mi vecina, ¿Dónde estaba yo metido?. Y me sentí mejor, pensando que después de todo no iba a ser un día tan malo, haría algo diferente aunque me siguiera atacando sin razón alguna esa interrogante: ¿por qué?. Y luego me mire a mí mismo, mire mi bolsillo, saque mi celular, mire el calendario y ahí estaba mi respuesta. Imbécil, hoy es domingo.

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