martes, 17 de diciembre de 2013

El poder de leer

El poder de leer, según Benito Taibo


"El libro es capote de torero, paraguas para el sol y la lluvia, escudo contra las flechas de la estulticia, de la imbecilidad que inundan el cielo. El libro es almohada para tener los mejores sueños, cama de clavos para tener las más chidas pesadillas, el libro es pañuelo para lágrimas, bálsamo para las heridas, el libro es este ladrillo que construye ciudadanía, casas, muros, universos. Somos lo que hemos leído por el contrario seremos la ausencia que los libros dejaron en nuestras vidas. Leer es resistir. Leer es encontrarte a ti mismo y saber que sigues siendo humano".



Qué bonito es leer...

domingo, 1 de diciembre de 2013

Una excusa

Nos encontramos en crisis de escritor desde hace tiempo ya, con síntomas de falta de imaginación y un muy bajo índice de creatividad e inspiración

Esperemos que la situación no persista, haya una recuperación milagrosa y el próximo año se le eche mas pichón al blog.

Esto último está prometido.

Aun así hay entradas a medio armar o esperando ser creadas. Saldran a la luz en cualquier momento.

Eso también está prometido.







Se llama Sin excusas, pero soy una contradicción con dos patas.


sábado, 24 de agosto de 2013

Notas fugaces

No me subestimes, pero tampoco me presiones. Ten altas expectativas sobre mí, pero tampoco te decepciones. Tenme paciencia. Aceptame. Nunca trates de cambiarme, dime en que debo mejorar. No me critiques. No me retes para luego burlarte de mi, retame para descubrir cuan inteligente somos. Mejor quiéreme, quiéreme tal cual; a mi y a mis defectos, a mi y a mis virtudes. Sobretodo: no me rompas el corazón; así cuando te vayas, no te recuerde por menos de lo que fuiste conmigo, si no por todo lo que me diste.

lunes, 19 de agosto de 2013

Vacío

Hoy ella está en su cama y aún arropada por la mañana se queda en frente de su laptop, ni siquiera se toma la molestia de pararse a cepillarse los dientes, o a preparar el té de hierbas curativas que le recomendó doña Eucebia, la vieja de la esquina. “Si, mamita, tómate esto que es bueno pa’ todo: para las jaquecas, para el dolor de huesos, para la hipertensión, para controlar las plaquetas... y hasta para prevenir la gripe esa ¡y mira que esta dando!”. A pesar de todas esas descripciones milagrosas que le había dado la vieja, estaba empezando a deliberar que se hacía muy poco creíble que un tecito que sabia a menta pudiera hacer todo eso. No quiere salir, prefiere quedarse ahí, pensando en que escribir (o más bien como plasmar lo que pasa por su cabeza). Ella suele pensar muchas cosas. Ella suele soñar muchas cosas. Ella suele desilusionarse muy rápido. Piensa en desechar todas las ideas que tiene y levantarse a hacer tostadas, pero tampoco quiere perder la inspiración. Tal vez puede empezar con las palabras de una muchacha enamorada, pero hace mucho que no se siente así. Ni muchacha, ni enamorada. Se ve las manos y empieza a hacerse ideas de que  se ven mas arrugadas esa mañana. Se restriega la cara y aborrece esa idea; como aborrece a quien llega sin invitación. Tiene que pagar la cuenta de la luz, del agua y del cable. Mira a su lado tristemente y desea tener alguien a quien hacerle un buen desayuno, y no necesariamente de huevos y jugo. Desde hace mucho no se siente querida ni atendida por nadie.

Acostumbra caminar todas las tardes por el parque o la plaza comercial con la esperanza de que algún día el acompañante del resto de su vida llegue. Pero no es así, solo sintió que llegó una vez, y llegó para decepcionarla. Desde entonces piensa que el ‘amor de su vida’ vino con una sola copia, o bien vive en Rusia. Y ella no vive en Rusia. Piensa que tal vez debería viajar, recorrer nuevamente esas culturas latinoamericanas que tanto le encantan y ya conoce de memoria. Sabe que el dinero no es problema, y prueba de ello es su cuenta en el banco con una cantidad sorprendente de ceros, más la cantidad de cosas de diseñador que posee. Si, posee muchas cosas. Pero siente que no se posee ni a ella misma. Es una mujer negativa y pesimista, pero nadie la culpa “La vida la debe llevar así  como dicen las vecinas. “Usa lentes Prada, Gucci o Chanel pero esta más sola que feo en fiesta de guapos”, "Y tan linda que era de muchacha y mirala ahora", "Pero chica, ten piedad, si ese hombre la dejó por otra" son de esos comentarios displicentes que suelen susurrar las viejas de la esquina al verla pasar. Ella los escucha, y se ha planteado mas de una ocasión en hacerles caso omiso pero sin embargo derrama una que otra lágrima deprimente. De joven lo único que le apasionaba era escribir sus historias de amor. Sus novelas que aunque no eran grandemente reconocidas, siempre gustaban a una cantidad modesta de gente. Pero ahora piensa en ello, en el amor que siempre describía, y piensa que se le hacia fácil escribirlo, porque lo sentía. Pero ahora no lo tiene, no tiene ese amor que anhela y nadie siente por ella. Ya no siente ni amor propio.

Hoy no tiene ganas de escribir de amor, pero la cabeza se le abarrota de pensamientos deprimentes comparables a lo que tenía predispuesto al despertarse. Se siente rara esta mañana. Se siente más sola en el mundo, en el espacio exterior y en todas esas galaxias de la que se supone estamos compuestos. Pensándolo así, se siente diminuta, arrugada, vieja, achacosa o senil para darle un buen término. Anhela esa juventud que ha perdido hace tantos años atrás, esa simpatía que tanto la caracterizaba, sus mejillas rosadas, su aire artístico; los macarons que compartía con su acompañante en las tardes primaverales de París. Añora todo eso que ni con toda su gran cantidad de dinero, sus palabras, ni sus escritos llenos de historias puede saciar sus necesidades.


Entonces decide empezar a escribir sobre una mujer solitaria, pero eso la deprimiría; se estaría describiendo a sí misma...

***

viernes, 2 de agosto de 2013

just


I hate the way you talk to me,
and the way you cut your hair.
I hate the way you drive my car,
I hate it when you stare.
I hate your big dumb combat boots,
and the way you read my mind.
I hate you so much it makes me sick,
it even makes me rhyme.
I hate the way you're always right,
I hate it when you lie.
I hate it when you make me laugh,
even worse when you make me cry.
I hate it when you're not around,
and the fact that you didn't call.
But mostly I hate the way I don't hate you,
not even close...
not even a little bit...
not even at all.


♪♪♫♫♪♪♫

jueves, 1 de agosto de 2013

Plan #2

En próximas oportunidades los consejos me los daré yo misma. A veces, auto-aconsejarme sale mejor.

Plan #1

Decidí dejar de esperar. O por lo menos de pensar que estoy esperando, -aunque en realidad lo estoy- porque empieza a doler, doler de veras y eso no me gusta; este tormento ya no me gusta. 

Simplemente creo que es hora de empezar a desistir con las expectativas, porque siempre que las tengo me decepciono. No se puede tener todo lo que se quiere, pero al menos si no se anhela, al no tenerlo no duele tanto.

Decidí dejar de esperar, y hasta ahora es un buen plan, la parte difícil es efectuarlo...

jueves, 25 de julio de 2013

¿bailamos?

Nuestras almas al juntarse jugaban a mezclar las distintas pasiones del amor, la música y el arte descubriendo que tal vez, y solo tal vez, bailando se mantendrían juntas. Y bailaron tango, apasionadas;  y bailaron salsa, sensuales; y bailaron samba, divertidas. Hasta bailaron ballet, sin siquiera saber que es un foutté; y reían, extasiadas. Se mantuvieron bailando por un largo tiempo, uniéndose, desuniéndose, al compás de las perfectas melodías que hacían repetir una y otra vez. Y no tenían coreografía, pero estaban coordinadas armoniosamente. Y no tenían horarios, pero no se desencajaban, y la música seguía, nunca se detenía porque simplemente no querían separarse de esa mágica y sublime unión que ahora experimentaban.

 Hasta el ultimo aliento bailaron, pero se dieron cuenta que no tenían por qué separarse ya que todo eso era felicidad, y siguieron bailando...

***

lunes, 15 de julio de 2013

Galaxias de búsquedas perpetuas

Siempre hurgo en mi mente una y otra vez con la esperanza de que las palabras lleguen a mis dedos para poder plasmarlas de la manera más correcta. Siempre pienso en que escribir pero sorprendentemente me termino enojando conmigo misma. Ciertas razones adyacentes a mi (o eso creo) que me dirigen a pensarte en cada cosa que hago, en cada cosa que escribo, en cada cosa que leo. Eso me lleva a plantearme esa gran interrogante que algún día espero poder exponerte en persona. Y de verdad que espero que tengas buenos argumentos; al menos que tus argumentos sean tus manos. En ese caso, daré por vencida la batalla. A lo lejos mi pregunta para ti es: ¿No te cansas? -y no me vayas a mirar de esa manera como si me estuviera volviendo loca- ¿no te cansas de hacer eso?,  ¿de agotarme mentalmente?. Por si fuera poco, es solo eso, agotarme mentalmente porque ni siquiera te das la molestia de estar aquí. Siempre termino escribiéndote, como si de musa para su pintor fueras. Como si de plata para orfebre fueras. Como si de luna para poeta fueras. Como si de boca para la mía fueras. Como si tus piernas se encajaran divinamente a mí en una posición perfecta para dormir juntos. …Creo que me estoy desviando del tema. ¿Ves? Eso haces, eso sueles hacer, aparecer sin razón alguna en todas partes. Con tu sonrisa deslumbrante, con tus teorías asombrosas, haciéndome querer ser la persona más cursi del mundo y por si fuera poco, que fueras el único que por ahora lo pudiera disfrutar.

Ven conmigo, deja de ser ficticio. No llenes con palabras lo que solo los dos hemos desear. No es banal, mucho menos carnal. Es deseo y necesidad de ti, de que dejes de ser tan terriblemente desconocido en el mundo que plantea mis manos, en el universo que tienen dispuestos para ti mis labios.

Ven aquí, que mi cama espera el calor de tu cuerpo, espera aún que dejes tu forma en ella, y que por supuesto, la desacomodemos juntos.


***

Tenemos un café pendiente

Escribo esto por el café que aún tenemos pendiente. 

Quisiera tenerte cerca para poder volver a contar cada uno de tus lunares, y por cada uno regalarte un beso, un tierno beso. Sé que te gusta el café con chocolate y mucha crema; a mí me gusta con canela. Recuerdo la última vez que tomamos café, esa mañana los rayitos de sol que se colaban por la ventana me despertaron. No pude evitar esa sensación de ternura que me dio verte dormido. Tampoco pude evitar revolver un poco tu cabello negro y desaliñado que tanto me encantaba ver. Amor mío, ese día fue el mejor café de mi vida: lo pasamos acostados y en películas. No recuerdo bien que día fue, pero debió ser un domingo, porque sé que amas ver películas los domingos. Repetías una y otra vez como te encantaba mi sonrisa cuando me reía de algunas escenas, y te hipnotizaba como te explicaba lo estúpidas que me parecían ser. Me decías que debía aprender a ver las cosas desde muchas perspectivas y amor, te juro, desde ese momento he aprendido a hacerlo porque tú me enseñaste.

Así como me enseñaste a hacer el más delicioso café.
Así como me enseñaste a admirar la naturaleza.
Así como me enseñaste a admirar los  versos.
Así como me enseñaste a quererme.
Así como me enseñaste a quererte.

Así como me enseñaste a odiarte a veces un poco. Pero no sé cómo lo hacías, porque siempre terminaba queriéndote comer hasta el pelo. También me enseñaste que las cosas llevan su tiempo. Y eso es raro, porque siempre tuve mucha paciencia para todo. En serio que admiraba –y amor aun admiro- esa visión tuya de la vida. Amas las estrellas, amas la lluvia, amas las miradas, amas enojarte, amas escribir, amas cantar, amas bailar esas canciones raras de género indefinido que tanto te gustan, amas las palabras sin sentido, amas el universo y por lo tanto todo lo que tenga que ver con astrología y astronomía, amas quedarte en pijama todo el día, amas la gente por la calle. Amas tantas cosas de la vida y sabes cómo hacerlo tan correctamente que a veces ni lo entendía, y eso hacía que te admirara más cada instante.  

En un momento supiste que era el espacio indicado para ir cediendo ante los días, ya no amabas tanto como lo hacías antes y yo empezaba a notarlo. Ya casi no tomabas café y eso sí que era raro. Algo en ti estaba cambiando y yo aprendía a respetarlo. Me decías que estabas bien y que no tenía que ver en cómo te sentías, me decías que te hacia feliz cada momento juntos pero que ya era hora de marcharse.

Sé que eras –o puede que aún lo seas- un nómada sin remedio. No me eche a morir porque te fuiste y sabes que nunca me gusto ser dependiente de nadie, ¡vaya que lo sabias!. Una de la lección más valiosa que me dejaste fue esa que me repetías siempre: Aprovecha todo a su momento, saca lo mejor de ello y nunca te apegues.

Nunca supe porque lo hiciste de esa manera, tan repentinamente y a la vez un poco cruel. Pero admito que aún conservo esa nota que dice “Tenemos un café pendiente. Te quiero”. Sin embargo, amado mío, no espero ese café con tantas ansias porque aún atesoro todo lo que me enseñaste y espero algún día agradecerte por ello.


***

Detalles

Hoy me he levantado temprano y es debido a que  mi mente no quiere callarse. Escribo esto a tu lado, de mi lado de la cama, donde suelo quedarme observándote unos minutos cada mañana. Pero como he dicho antes, mi mente nada que se calla. 

Me desperté queriendo decirte todo. Queriendo abrazarte por más segundos. Queriendo besarte y hacerte sonreír por ratos mas largos. Queriendo prepararte el café como mas te gusta y que ese humo matutino nos envuelva. Un humo que poco a poco se hace familiar, uno al que me acostumbro porque ya me huele a ti. Te siento aquí a mi lado con esa calor tan delicioso que emanas y dejas impregnado en las sábanas. Ese pequeño calor que tanto te encanta compartir conmigo  y que tanto aprecio en los fríos días de lluvia.

Se que no me exteriorizo como la más romántica del mundo, pero hoy puedo decirte que amo.

Amo los días soleados junto a ti, porque se que te ponen de un lindo humor.

Amo los días lluviosos junto a ti, porque refunfuñas dulcemente, pero aún así resuelves el día en películas. Aunque lo ultimo que hagamos sea verlas.

Amo esos días en que decidimos dormir cada uno en nuestro apartamento, porque me llamas a las dos de la madrugada diciendo que te abra la puerta.

Amo esos días en los que me envías fotos probándote ropa y haciendo muecas raras.

Amo esos días que pasamos en la playa echándonos arena en los pantalones y luego nos sentamos en silencio a ver el atardecer.

Amo que ningún silencio contigo resulte incómodo.

Amo esos días en que estas nervioso por algo y te muerdes el labio inferior sin cesar.

Amo esos días de encuentros casuales, en los que te consigo leyendo con el ceño fruncido.

Amo que lo des todo sin esperar siempre lo mismo a cambio.

Amo esas veces donde dejas notitas escritas a mano en mis libros o en mi cartera, y que consigo una semana después pagando en una tienda. Me queda esa sonrisa tonta de enamorada.

Amo amarte, y amo que me ames.

Amo esos momentos -como en este preciso instante- cuando estas abriendo los ojos por la mañana y me dedicas una hermosa sonrisa de 'Buenos días'. Y de esa manera, solo de esa manera, yo estoy lista para otro día que amo...

***



Es un hermoso arcoíris para un pésimo día

Hoy me levanté y tuve claro que mi día no sería bueno. Empezando por el clima: había tiempo de lluvia. Luego el café ¿se acabó el café?, pues si, se acabó el café, otra vez. También se habían acabado las galletas. El calentador de la ducha se había dañado. Tuve que “exprimir” el tubo de la pasta de dientes. El uniforme, que pase media hora la noche anterior planchando, estaba arrugado. El perro, se había orinado en la sala. El gato, me dejó un hermoso regalo en la entrada. Si, se ve que iba a ser un bonito día.

Salgo y no tenía ni ganas de mirar a las personas. Tampoco quería que ellos me miraran. Es de esos días en que vas por la vida lleno de pensamientos absurdos, pero aun así tu mente te dice que hay mejores cosas en que pensar. Sin embargo, me detuve en el semáforo y estaba en rojo (o en verde para los peatones), podía pasar, pero no sé porqué no lo hice. Me quede allí, paralizado, viendo a través del parabrisas de un carro como una muchacha se maquillaba apurada; la línea del ojo le estaba quedando torcida. En el carro de atrás una madre visiblemente angustiada hablaba por teléfono mientras su hijo intentaba decirle algo y ésta obviamente no le prestaba atención. Pude ver la cara de desesperación del niño de tal vez unos cuatro años y como fruncía su pequeño ceño. En fin, el semáforo se puso en verde y extrañamente ahí fue cuando decidí cruzar. Corrí al frente de los carros antes de que pudieran avanzar y oía detrás de mí los insultos que, por supuesto, me merecía. No sé qué me pasaba.

Iba sin rumbo, casi estilo zombie y solo pensaba en que tenía que comprar el café y las galletas que me faltaban. Llegue a la parada y mire el reloj: 7:30 bien, aun me quedaba una media hora para entrar al trabajo. Mientras tanto veía como pasaba la gente: señoras mayores muy arregladas intentando parecer jóvenes, jóvenes muy arregladas intentando parecer mayores. “ironías de la vida” -pensé. Vi un muchacho paseando a su perro. Es raro, casi nunca veo personas paseando a sus perros. Debería empezar a pasear a Pepito más seguido, bueno, nunca lo hago. Luego me acorde del gato y de que no tenía comida, eso me trajo otro pensamiento a la mente: ¿Hay gente que pasee a sus gatos?. El autobús me saco de mi burbuja devolviéndome a la realidad a la que parecía estarle huyendo. Me subí, pague la tarifa y me senté al lado de una jovencita. Mi primera impresión sobre ella fue que era bastante rara pero a pesar de ello muy simpática: tenía el cabello negro y corto, pero de esos cabellos con un estilo bastante singular y bonito, todo despeinado y con un lindo flequillo. Llevaba delineador negro pero no exagerado, la boca ligeramente rosada y en la oreja tenía como siete pendientes. No sé cómo me pude fijar tan rápido en todo eso antes de sentarme, porque al hacerlo, no quise mirarla más para no llegar a incomodarla. Traía auriculares (de esos tipo cascos) los cuales llevaba una música bastante alta, tanto que era perfectamente audible para mí. Creo que eran los Beatles. No espera, creo que eran los Rolling Stone. You can’t always get what you want. Si, eran los Stone. A pesar de todo, disfrute mucho la música; además de simpática tenía un buen gusto a mi parecer. De vez en cuando cruzábamos miradas ya que yo miraba fijamente a la ventana. Y había empezado a llover, para mi desgracia. En la parada de la 72 se bajó, antes de hacerlo me sonrió ligeramente y me pidió permiso para bajarse, lo cual hice devolviéndole el gesto. Recordándolo bien, era bastante linda.

Me baje en mi parada y camine las cuatro cuadras que me faltaban para llegar al trabajo. Es una avenida comercial por lo que me pareció raro que no pasara tanta gente como solían hacerlo. Maldita lluvia-pensé, estaba intensificándose. Cuando llegué a mi lugar de trabajo, ese al cual vengo de lunes a viernes, sorprendentemente estaba cerrado, y me pregunte porqué. Y vi a mi alrededor y me pregunte porqué. Y volví a mirar alrededor y volví a preguntarme porqué. ¿Por qué estaba cerrado?. Extrañamente hice caso omiso, así que nada, me devolví por el camino que había transitado anteriormente. Estaba con la cabeza baja mirando mis pies, mis zapatos previamente limpiados por la mañana llenos de agua de charcos. Y me seguía preguntando porqué, aunque realmente la respuesta no me importara, yo solo seguía caminando. Y estaba feliz, pero también estaba triste. Caminaba sin rumbo, pero a la vez con mis pensamientos. Y sabía que estaba siendo un pésimo día, pero solo me preguntaba porqué. 

Ahí me encontraba yo, en la parada y pensando en que de haber sabido que no había trabajo me hubiese quedado en mi casa calentito con un rico café o un chocolate caliente. "Cierto, no hay café" -pensé. Entre a la tienda de al lado, compre café y comida para mi gato. Ahora Misu está feliz a mi lado porque acaba de comer. Y Pepito está feliz porque al llegar lo saque a pasear. De regreso, esta vez con el asiento de al lado vació, y pegado a la ventana viendo como salía el sol. Caminando por la acera, ya bastante cerca de mi casa, pude observar un lindo arcoíris. Guau, tenía tiempo que no veía uno. Y me quede ahí, mirándolo, como si de un niño se tratara, luego mi vista se fue más allá y pude observar una cabeza un poco familiar con cabellos negros desenfadados. Al acercarme más la vi, la hermosa jovencita del autobús. Me miró y me dijo unas palabras que hicieron mi día cambiar: “Es un hermoso arcoíris para un pésimo día, eh” y se volteó, me dejo ahí atónito con la amplia sonrisa que me había otorgado segundos antes y entro a la casa de enfrente. Pero yo me fije, y allí diagonal estaba la mía. Demonios, esta chica es  mi vecina, ¿Dónde estaba yo metido?. Y me sentí mejor, pensando que después de todo no iba a ser un día tan malo, haría algo diferente aunque me siguiera atacando sin razón alguna esa interrogante: ¿por qué?. Y luego me mire a mí mismo, mire mi bolsillo, saque mi celular, mire el calendario y ahí estaba mi respuesta. Imbécil, hoy es domingo.

domingo, 14 de julio de 2013

"Ser complicado/a no es de agrado para todo el mundo"

"Ser complicado/a no es de agrado para todo el mundo". Me parece que el problema de quienes dicen esa frase, está en que son lo suficiente flojos intelectualmente como para afrontarse a personas complicadas. 


¿Qué pasa?, que a mi me gusta ser complicada, porque no pretendo serlo. No pretendo ser ni de agrado, ni complicada para todo el mundo. Porque soy. Y si digo, es porque así soy. Y si siento, es porque así soy. 

Como hay veces en que me disgusto conmigo misma (bueno, muy seguido), es así como también sé y aprendo a admirar a los demás. A las personas sentimentales, por ejemplo. A los amargados, a los que dicen lo que piensan en voz alta, a los que aman sin mirar sexos, a los que sienten y quieren sin miedo, a los que no se avergüenzan de sí mismos; a los que siempre sonríen, o  los que siempre lloran. A los trabajadores, o a los soñadores; a los que leen, o a los que no; a los que llaman a la persona que quieren en la madrugada solo para hacérselo saber, o tal vez esos que prefieren té a café.

No importa cómo, cada uno es a su manera, y todos tenemos el derecho de halagarnos a nosotros mismos y a los demás; de respetarnos a nosotros mismos, y de tolerar a los demás. Porque nadie existe para ser del agrado de otro. 


Sí, se que esas palabras que nos otorgamos de vez en cuando pueden llegar a sonar egoístas. Pero es que, hay que pensar: si no me auto-convenzo sobre las cosas ¿quién se tomaría la molestia de hacerlo por mí?.

miércoles, 10 de julio de 2013